...diríase que con la luz sobre los ojos y más tibia. Por primera vez mi cuerpo era del alma. El corazón disperso entre las manos. Tan brillante mi deleite, en las muñecas y en la boca la sonrisa en gritos como un santo que vivió revelaciones, ese canto de agua que disfruta un pájaro en silencio, la tensión plácidamente rota, sorprendida, alucinada.
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