sábado, 14 de julio de 2012

En una de esas tardes




En una de esas tardes
sin más pintura que la mis ojos,
te desnudé
y el viaje de mis manos y mis labios
lleno todo tu cuerpo de rocío.

Aquél mundo amanecido por la tarde,
con tantos episodios sin historias,
fue silenciosamente abanderado
y seguido por pueblos de ansiedades.

Entre tu ombligo y sus alrededores
sonreían los ojos de mis labios
y tu cadera,
esfera en dos mitades
alegró los momentos de agonía
en que mi vida huyó para tu vida.

Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
en el torrente de la vida estamos.

Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría...
Nadie lo sabe;
ni tú misma a solas.


Carlos Pellicer


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