El
corazón de una mujer sale con el amanecer,
como
un ave solitaria, en blando vuelo, con impaciencia,
lejos
sobre las torres y los valles de la vida vaga
para
suscitar esos ecos que el corazón llama hogar.
El
corazón de una mujer vuelve con la noche,
y
entra en alguna extraña jaula de esponsales,
y
trata de olvidar que soñó con las estrellas,
mientras
se rompe, se rompe, se rompe contra
los
barrotes que la amparan.
Georgia Douglas Johnson
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