Por mucho que él le dijera que la quiere y la encuentra guapa, su mirada de enamorado no le serviría de consuelo... No, lo que ella necesita, no es la mirada del amor, sino un aluvión de miradas indiscriminadas, desconocidas, groseras, concupiscientes, que se detengan fatal e inevitablemente sobre ella...
Milan Kundera, La identidad
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